Cómicos explican la economía del stand-up comedy
"Si consigo que un chiste funcione, para mí, es igual de bueno que el dinero“
Traducción "libre" del artículo "Comedians explain the improbable economics of stand-up" publicado en QZ en 2016 y recuperado por un usuario en el Reddit de StandUp.
Las bromas son una moneda extraña. Su valor radica en la aprobación y ese valor puede crecer o disminuir con el tiempo. Las bromas pueden saturar el mercado y reaccionar a la oferta y demanda. Pueden robarse, pero no se recomienda. Y para muchos cómicos no pone comida sobre la mesa - a no ser que te encante la sopa.
Aunque tienen valor, está claro que la comedia no es un camino en el que te hagas rico rápidamente. He estado actuando en y alrededor de la ciudad de Nueva York durante tres años y estimo que he pagado 500$ para practicar mis chistes en open mics, normalmente a 5 dólares la actuación.
Puede parecer mucho, pero para un cómico desarrollando nuevo material, es una valiosa inversión. Me ha llevado esos tres años conseguir juntar diez minutos de material con el que me siento a gusto. Cuando alguna vez consigo dinero de taquilla o de propinas, me siento como si hubiera ganado la Powerball.
Cualquier noche puede encontrarse a cómicos de stand up profesionales (de los que salen en late nights y cobran miles de dólares por ser cabezas de cartel) en cualquier comedy club de Nueva York, actuando gratis. No se puede poner precio al regocijo de hacer que un grupo de extraños se ría... pero igualmente le he preguntado a algunos cómicos.
Los chistes son una inversión
Los cómicos no se suben simplemente al escenario y "son graciosos". Cada broma está meditada, depurada y refinada hasta que está lista para la audiencia "de pago".
"Si consigo que un chiste funcione en un show gratuito, esa broma vale dinero" - me dijo Mark Normand, un cómico de stand-up que ha aparecido en 'The Late Show with Stephen Colbert' y en 'Inside Amy Schumer'. "Las bromas son una moneda. Si haces un set en Conan, te dan un par de miles de dólares por 5 minutos de chistes. Así que si puedo conseguir que una broma funcione, para mí, eso es dinero".
La leyenda de la comedia George Wallace lleva en esto 30 años, en late-nights, en HBO, y hasta hace poco en sus shows en 'The Flamingo' en las Vegas, con todo vendido. "Actuaré gratis o por casi nada el lunes, porque es cuando pruebo material nuevo" - dice Wallace. "Estoy ahí en el escenario con mi libreta y todo". Por supuesto los fines de semana y los shows corporativos son una historia diferente: "Esa gente espera una actuación pulida" - dice Wallace.
Los chistes tienen fecha de caducidad
¿Cuánto aguantan? Depende de a quién le preguntes. Louis CK se deshace de su material después de un año. Otros cómicos, como Jackie Mason, son felices haciendo una y otra vez las mismas rutinas siempre y cuando las risas sigan llegando.
Cómicos con décadas de trabajo a sus espaldas pueden adaptar sus antiguos sets a los tiempos modernos. Wallace, que dice que su "cerebro es como un ordenador lleno de bromas" es uno de esos.
"Con una buena broma, puedes sacar seis meses de bolos, dependiendo de la audiencia" - dice. "En Florida, por ejemplo: han jodido dos elecciones, Marco Rubio y Jeb Bush están teniendo problemas siendo reelegidos, Trayvon Martin... nunca se acaba. Puedes construir sobre eso."
Los sets más generalistas también aguantan tanto como el cómico y la audiencia disfruten escuchándolos. "Si no se basa en acontecimientos temporales y no requieren proximidad en cuando a edad o a experiencia cuando las dices, algunas bromas pueden no caducar" - dice Aparna Nancherla, una cómica de Nueva York que recientemente tuvo su primer especial de media hora en Comedy Central. "Algunas personas pueden estar contando las mismas bromas durante años".
... hasta que dejan de hacerlo
Pregúntale a cualquier cómico: Una broma puede morir sin previo aviso.
"Es raro. Tienes un chiste que solía petarlo y de repente un día, deja de funcionar" - dice Sean Donnelly, un cómico que ha aparecido en Comedy Central y en 'Last Comic Standing'. "Quizás te has aburrido de contarlo una y otra vez y te has rendido y no lo estás cuidando. La audiencia ya no se divierte escuchándolo".
Parte de ello forma parte del estatuto natural de limitaciones del sector: tenemos una pocas semanas de ventaja antes de que los chascarrillos sobre la "sangre de tigre de Charlie Sheen" nos entierren. Lo mismo pasa con personajes como Caitlyn Jenner o con Dick Cheney y sus accidentes de caza.
No tengo problemas en hacer un chiste antiguo" - dice Andy Kindler, cómico y autor de 'State of the Industry'. "Pero mi material sobre el Efecto 2000 no va a funcionar más. No es oportuno".
Un chiste no tiene que ser descartado de los titulares para que parezca antiguo. Los cómicos tienen sus propias reglas sobre cuando y dónde se puede repetir un remate, especialmente cuando se trata de late-nights de televisión.
"No haría los mismos chistes que hago en Letterman en otro late-night" - dice Kindler. "Pero esos chistes seguro que me funcionarán en las giras durante mucho tiempo.
Los chistes no tienen propietario... técnicamente
En un episodio de 'Curb Your Enthusiasm', el cómico Richard Lewis le da vueltas al hecho de que Barlett no le atribuye el crédito por acuñar la frase "el ______ del infierno".
"Richard lo empezó: la cita del infierno, la suegra del infierno" - dice Kindler. "Pero de repente todo el mundo lo usaba en el escenario". En 2006 Lewis recibió el crédito formal por la frase en el Libro de Citas de Yale, pero los cómicos de hoy en día siguen diciendo "el set del infierno" o "la cita de Tinder del infierno" sin ningún tipo de preocupación por la atribución.
Lo que nos lleva a una de las cosas más irritantes que pueden afectar al valor de una broma: otro cómico contando la misma, o una muy parecida."Quien lo haga mejor, se queda el chiste" - dice Donnelly. "Si son más famosos que tú, el primero que lo haga en la TV, se lo queda."
Entra en las redes sociales: una manera estupenda para que los cómicos consigan seguidores y también para la distribución de material robado, y de quejas sobre el robo de material. En 2015, Josh 'The Fat Jew' Ostrowsky causó un escándalo poniendo chistes de otros cómicos y memes en su feed de Instagram sin otorgar atribución. La TBS de Conan se llevó una demanda el año pasado por utilizar (presuntamente) los tweets de otro escritor en su monólogo.
Echarle sal a la herida acusando a alguien de robo no restaura el valor del chiste: Ahora la historia se roba a si misma. El efecto del chiste se pierde.
Pero, ¿y si son bienes?
Puede que Normand considere que sus bromas son una moneda pero Yoram Bauman, un cómico de stand-up, economista y autor de 'The Cartoon Introduction to Economics' se pregunta si quizás estaría mejor clasificarlas como "bienes".
"Los chistes son como otros bienes públicos, como el aire fresco, las farolas, o una vista panorámica del Monte Rainer" - dice. "Que un miembro de la audiencia lo disfrute, no hace que los demás no puedan reírse"
Pero estimar el valor de un bien público ha dado dolor de cabeza a los economistas durante años. No todo el mundo le da el mismo valor a tener una buena vista, poder ver un espectáculo de ballet, o escuchar un buen remate. Las bromas, como los bienes, también pueden sufrir la saturación del mercado. Si un espectáculo con ocho cómicos incluye ocho bits sobre el pelo de Donald Trump o sobre los pantalones de Hillary Clinton, la audiencia dejará de "comprar" esos chistes dejando de reírse o, peor, molestando.
Aunque muchos cómicos de stand up aspiran a hacer una vida de la comedia, su primera carrera es por conseguir risas y fans, no dinero. A todos les encanta conseguir dinero con lo que les gusta hacer. ¿Y cómo se pone precio a algo que te hace sentirte realizado personal y creativamente?
"La comedia es mi sexo, mis drogas, mi rock and roll" - dice Wallace. "Lo haría a cambio de nada".
Traducción "libre" del artículo "Comedians explain the improbable economics of stand-up" publicado en QZ en 2016 y recuperado por un usuario en el Reddit de StandUp.